El juego, bendito tesoro! qué seriamos la especie humana sin él. Es una acción innata en la infancia y que va desarrollándose a medida que crecemos y vamos perfilando nuestras habilidades cognitivas, motrices, sensoriales y de relación.

El juego nos permite SER que es la base del desarrollo de la personalidad, nos permite ESTAR con todos los sentidos, que es la base para el aprendizaje y nos permite SENTIR que es la base del conocimiento de nuestro yo y de nuestro contexto.

¿Quién no se siente realmente en su salsa cuando está jugando a algo? Lo que nos pasa a los adultos, es que dejamos de sentirnos, muchas veces hasta de divertirnos. Entender la importancia del juego como herramienta de desarrollo hace que le tengamos más respeto y tengamos más en cuenta todos aquellos detalles que hacen del juego una experiencia transformadora y de calidad.

Además de estos autores, hay muchísimos más que nos dejaron evidencias científicas sobre esta cuestión. Algunos desarrollaron sus ideas respecto al juego teniendo en cuenta la naturaleza del infante, sus intereses o sus etapas evolutivas, otros hicieron énfasis en la importancia del contexto, del espacio y de los materiales y otros tuvieron muy en cuenta la capacidad del juego para desarrollar vínculos afectivos de calidad. Todos ellos, nos hicieron más accesible toda la información con la que ahora contamos y trabajamos y que nos aporta datos importantes  para generar materiales, espacios y propuestas ricas e interesantes.

El juego llega para revolucionar todo nuestro ser y es importante tener esto muy en cuenta. Dejar a los niños experimentar, tocar, moverse, disfrazarse, saltar, correr, chupar, coger, poner, quitar, ensuciarse, esconderse, chutar, caerse, cuidar, preparar una comida… todo son acciones esenciales en el día a día de nuestros peques porque aportan una experiencia y acomodan aprendizajes que serán la base de otros.

La etapa funcional o de ejercicio es aquella que va desde los 0 meses hasta los 2 años aproximadamente. En ella tienen vital importancia las experiencias que tienen que ver con el movimiento o con el desarrollo motor, con el descubrimiento y la experimentación de objetos de la vida cotidiana, con la posibilidad de tocar, chupar, mirar, escuchar y ver, con todas las propuestas sensoriales y de prueba. Es una etapa en la que el infante tiene interés por explorar el mundo que le rodea, conocerse y hacerse un hueco en él.

La etapa del juego simbólico es aquella que va de los 2 a los 6 años. Se caracteriza por experiencias que permiten jugar a SER, ponerse en el papel del otro, imaginar, potenciar la creatividad, el mundo ilusorio, aquello que se escapa de la lógica de la mente adulta, estar en dos lugares a la vez o ser varios personajes distintos. Tiene que ver con lo imposible, con el descubrimiento del otro, con el aprendizaje de compartir, de entender las emociones, de tener en cuenta a los demás en un mismo contexto.

La etapa del juego de reglas es aquella que se inicia a partir de los 7 años aproximadamente. Tiene que ver con las destrezas cognitivas que el infante va adquiriendo, con entender las reglas, los límites, con tener en cuenta la opinión de los demás, con colaborar, compartir y sumar entre todos, con crear comunidad, con respetar, con ganar y perder, con la competitividad, con la resiliencia, con los turnos y con pensamientos más complejos.

A veces pienso que tenemos cada vez más información y muchas veces, menos presencia y mucha menos  intervención.

Yo estoy segura de que si me lees, te va a resonar esto:

«Es en el juego y solo en el juego, que el niño o el adulto como individuos, son capaces de ser creativos y de usar el total de su personalidad, y solo al ser creativo el individuo se descubre a si mismo»

Winnicott